(DECLARACIÓN PUBLICADA)


Carta de protesta enviada por el abogado de la Soka Gakkai a Forbes, para refutar el contenido de “Sensei’s World” [El mundo de Sensei], artículo publicado en la edición del 6 de septiembre de 2004 de la revista Forbes. [Traducción indirecta y extraoficial]


BARRY B. LANGBERG
DISCADO DIRECTO 310-556-5885
BLANGBERG@STROOCK.COM

27 de agosto de 2004

Dennis Kneale, Director de Edición
Rich Karlgaard, Editor
Forbes Magazine
60 Fifth Avenue
Nueva York, NY 10011

Referente a: “Sensei’s World” [El mundo de sensei], de Benjamin Fulford y David Whelan

Señores:

Representamos a la Soka Gakkai, la Soka Gakkai Internacional de los Estados Unidos (SGI-USA, por sus siglas en inglés) y a la Universidad Soka de los Estados Unidos (SUA, por sus siglas en inglés). Se redacta la presente carta en respuesta a “Sensei’s World” [El mundo de Sensei], de Benjamin Fulford y David Whelan. Nos decepciona que Forbes haya escogido prestar su nombre a esta diatriba injuriosa, escrita con la intención deliberada de inducir a engaño, especialmente, teniendo en cuenta nuestros esfuerzos de buena fe de proveer al personal de la editorial toda la información necesaria para publicar un informe sobre la SUA, la Soka Gakkai y sus organizaciones afiliadas. Hace unos seis meses, como es de su conocimiento, advertimos a Forbes que algunas de las fuentes del señor Fulford eran inexactas y poco confiables. En aquel momento, nos ofrecimos a revisar el material del autor para comprobar su exactitud, antes de que fuera publicado. Más adelante, respondimos pacientemente decenas de preguntas triviales, mientras las personas encargadas de verificar datos cumplían con las formalidades del proceso de publicación. Las verdaderas preguntas, es decir, las que nos habrían permitido rebatir las acusaciones falsas y ofensivas de los autores contra nuestros clientes, nunca se hicieron. Por lo menos en cinco oportunidades diferentes solicitamos que se nos informara sobre los fundamentos de dichas acusaciones. Forbes se negó categóricamente y, al hacerlo, pasó por alto deliberadamente toda información que pudiera contradecir el preconcepto que ya existía para elaborar el artículo. La decisión adoptada por el personal de Forbes de despojar a nuestros clientes de su derecho a responder a las acusaciones criminales, que iban de “chantaje” a “asesinato”, es una prueba contundente de que la revista no solo hizo caso omiso de la verdad, sino que la eludió a sabiendas.

Encontramos sorprendente que, de las miles de organizaciones eximidas de pagar impuestos en el mundo, los redactores de Forbes se hayan fijado especialmente en entidades cuyos objetivos primordiales –como lo admiten nada menos que los responsables de la nota– son la paz del mundo y la armonía internacional. Es más extraordinario aunque ambos periodistas hayan empleado cuanta estratagema tuvieron a su alcance para degradar dichos objetivos e insinuar que, en realidad, se promocionaban a modo de “pantalla” para ocultar propósitos más “siniestros”. El uso que se hace en la nota de un lenguaje destinado expresamente a perturbar a los lectores se pone en evidencia en el pasaje que afirma que el presidente de la SGI, Daisaku Ikeda, pudo dialogar con brillantes personalidades como Mijaíl Gorbachov, Henry Kissinger y Arnold Toynbee gracias a una especie de “señuelo” al que recurrió. Como es obvio, el término fue utilizado únicamente para despertar la antipatía de los lectores. Los autores del artículo no poseen la menor evidencia que justifique el uso de la palabra “señuelo”, porque no existe ninguno.

Dejando a un lado tanto la predisposición negativa de la editorial, que contaminó toda la nota, como el tono excesivamente cáustico de esta, quedamos ante el hecho de que el artículo está repleto de errores. De todas las afirmaciones equivocadas y las rotundas falsedades que contiene, las más perniciosas son las que imputan conductas criminales o casi criminales a las organizaciones mencionadas en él. Los autores comienzan aseverando que “una desagradable fracción de budistas Nichiren puso en funcionamiento un ciclo de presunta violencia, chantaje e intimidación”. Aunque no se dijera nada más, tales acusaciones hacen que lectores sensatos infieran que la Soka Gakkai se vio envuelta en circunstancias específicas de esos actos criminales. Tales deducciones son absolutamente falsas, y el hecho de que la nota igualmente las plantee es una prueba más de que el objetivo primordial de sus autores es vilipendiar a la Soka Gakkai.

Pero el artículo no se detiene ahí. La frase que sigue inmediatamente sostiene: “Sin embargo, se han hecho acusaciones aun más sombrías”. En ese punto, el texto remite al lector a un recuadro titulado “Death Watch” [Guardianes de la muerte]. Dicho agregado le ofrece a quien lee un informe sensacionalista sobre la muerte de la concejala Akiyo Asaki. El texto no solo insinúa que Asaki fue asesinada, sino que sugiere que la Soka Gakkai estuvo de alguna manera involucrada en la muerte de la mujer. El recuadro continúa diciendo que la policía de Tokio, junto con miembros de la Soka Gakkai de la Fiscalía, conspiró para encubrir el “asesinato”. Los redactores de la nota obtuvieron casi toda esa información distorsionada de comentarios hechos por la hija de la difunta mujer, de nombre Naoko. Sus declaraciones contra la Soka Gakkai eran infundadas, y posteriormente los tribunales de Tokio dictaminaron que muchas de ellas eran difamatorias. Si los responsables del artículo hubieran investigado esa historia objetiva y meticulosamente, se habrían enterado de los hechos verdaderos que rodearon el incidente. A continuación, los presentamos aquí.

El 1º de septiembre de 1995, a las diez de la noche, aproximadamente, Akiyo Asaki fue encontrada en el suelo cerca de un edificio próximo a la estación de trenes Higashi Murayama. Aparentemente, la señora había sufrido una caída. La primera persona que la encontró fue un empleado de una hamburguesería situada en el mismo edificio. El hombre alertó a su jefe, quien rápidamente trató de averiguar qué había pasado. Encontró a Asaki consciente y le preguntó si se encontraba bien. Ella respondió que sí, que estaba “bien”. El empleado le preguntó luego a Asaki si quería que llamaran una ambulancia, pero ella respondió: “no”. No obstante, al darse cuenta de que la señora estaba sangrando, el hombre llamó a la policía, que llegó al lugar alrededor de las diez cuarenta y cinco de la noche. Los policías llamaron de inmediato a una ambulancia, que llegó al poco tiempo y transportó a Asaki a un hospital de emergencia. La mujer arribó al nosocomio más o menos a las once y veinticinco de la noche. Lamentablemente, falleció al cabo de unas horas. Más tarde, la hija de Asaki comenzó a proferir las afirmaciones ultrajantes que los periodistas publicaron en su artículo. Ella manifestó que su madre había sido “asesinada”, y que la Soka Gakkai estaba de alguna manera involucrada en el hecho.

Luego de investigar el caso, la Fiscalía de Tokio anunció que no se iniciaría juicio por asesinato. El motivo de dicha decisión fue que se hallaron numerosos hechos concretos, que, en el apartado de la nota titulado “Death Watch”, fueron distorsionados u omitidos. Primero, la fiscalía encontró que no existía prueba convincente de que la mujer hubiera sido víctima de un hecho delictivo. Estaba consciente cuando la encontraron y no manifestó nada relacionado con un ataque o asalto a su persona. Cuando el empleado y el encargado del restaurante le ofrecieron ayuda, ella rehusó y dijo que estaba “bien”. Al contrario de las declaraciones aparecidas en el apartado “Death Watch”, los informes oficiales revelaron que “no hubo indicios en su cuerpo o sus ropas de que hubiera luchado con alguien”. Los informes concluyeron que era improbable que “alguien la hubiese hecho caer justo después de forcejear con ella”. Notablemente, los expedientes revelan que hubo testigos que vieron anteriormente a Asaki esa noche en el lugar. Estos dijeron a la policía que la señora “caminaba por el lugar […] con aire desanimado”. Si bien es cierto que entre los fiscales públicos que fueron asignados al caso en primer lugar se encontraba Masao Nobuta, quien, coincidentemente, es un egresado de la Universidad Soka del Japón, este fue transferido a otra oficina al cabo de unos pocos meses, y el caso Asaki fue asignado a otro fiscal, antes de que la decisión de no proceder a juicio fuera anunciada o hecha efectiva.

El recuadro destacado contiene otros errores graves. La afirmación de que los policías que acudieron al lugar “impidieron que Asaki recibiera ayuda médica” es completamente contraria a los hechos reales. La policía, al llegar, llamó inmediatamente a una ambulancia, y Asaki fue conducida al hospital menos de cuarenta minutos después. La acusación de que, después de la muerte de Asaki “la policía intentó que su cuerpo fuese cremado de inmediato” es enteramente falsa. El 2 de septiembre, el mismo día del fallecimiento de Asaki, la fiscalía solicitó una autopsia. Esta se realizó, y los resultados fueron considerados por la fiscalía. En otros términos, no existe evidencia de ninguna clase que sostenga la insinuación apenas velada de que la Soka Gakkai haya conspirado para encubrir el incidente.

Para nuestra gran sorpresa, Forbes consideró adecuado publicar nuevamente los cargos sin fundamento con que Naoko Asaki acusó a la Soka Gakkai de un hecho criminal, pese a que las cortes japonesas dictaminaron la falsedad de todas las acusaciones. La Soka Gakkai ganó todos y cada uno de los casos por difamación, ya fuera parte acusadora o acusada, que tuvieran relación con la muerte de Asaki, y no simplemente “algunos casos”, como asevera el artículo. Todos los hechos de referencia estaban al alcance de los autores de la nota, si estos se hubieran molestado en revisarlos. Además, de haber investigado el incidente más en detalle, habrían descubierto que Naoko Asaki le inició juicios infundados a cada una de las personas involucradas en el incidente, incluso, al departamento de bomberos y al personal de emergencia médica que transportó a su madre al hospital. Todas las demandas fueron desestimadas. Para decirlo de manera sencilla, Forbes eligió publicar nuevamente un conocido libelo y lo hizo sin darle al destinatario de la acusación la oportunidad de defenderse.

Para evitar cualquier malentendido: Ni la Soka Gakkai ni la SGI-USA ni Daisaku Ikeda han cometido actos reprobables ni han alentado o aprobado conductas ilegales de ninguna naturaleza. De hecho, la clase de violencia que Forbes les imputa se alza contra los valores más esenciales que tanto las organizaciones como Daisaku Ikeda se vienen esforzando por promover.

La descripción que hace Forbes del “imperio” Soka, como una autocracia rígida y centralizada, también carece de fundamento. Después de vilipendiar a Daisaku Ikeda calificándolo de individuo “mesiánico” que “se exalta a sí mismo”, Forbes se apresura a tipificarlo como la “cabeza” de ese “imperio”. Eso induce al lector a inferir que la Soka Gakkai, la SGI-USA (con sus organizaciones afiliadas) y sus respectivos bienes quedan todos bajo el control directo de Ikeda. Si quienes escribieron la nota hubieran realizado una investigación sobre ese punto, sabrían que la SGI comprende muchas organizaciones que operan de manera autónoma en países alrededor del mundo. Cada una de ellas cumple, antes que nada, con las leyes del territorio en que desarrollan sus actividades. Daisaku Ikeda no ejerce control directo sobre dichas organizaciones y mucho menos maneja el modo en que estas responden a las autoridades fiscales correspondientes. Y la idea de que la Soka Gakkai o cualquier otra organización dentro de la SGI están “fuera del ámbito de las autoridades”, como arguyen los redactores del artículo, es simplemente absurda. Cada una de esas organizaciones es legal y económicamente responsable ante las leyes locales bajo las cuales se ha constituido y opera de acuerdo con ellas. En los Estados Unidos, la SGI-USA y sus organizaciones afiliadas gozan de la exención tributaria establecida por la Dirección General Impositiva (IRS, por sus siglas en inglés), de conformidad con las leyes del país. En Japón, la Soka Gakkai presenta una declaración de impuestos, según lo establece la ley impositiva japonesa y cumple consecuentemente con sus obligaciones tributarias. Ninguna de estas organizaciones ha “abusado” jamás de su condición de entidad sin fines de lucro, porque todas actúan en cumplimiento de las leyes, pese a las insinuaciones en contrario de los responsables del artículo.

En lugar de llevar adelante una investigación ecuánime e imparcial sobre la estructura económica de las organizaciones, y de analizar los méritos que tienen todas las organizaciones sin fines de lucro para recibir exención impositiva, Forbes se centra únicamente en la Soka Gakkai y en la SGI-USA, y afirma que estas han incurrido en conductas ilegales o, por lo menos, inescrupulosas, curiosamente, por cumplir con las leyes vigentes. Semejante implicación carece absolutamente de fundamento.

No satisfechos con calumniar a la Soka Gakkai y a la SGI, los dos periodistas atacan a la Universidad Soka de los Estados Unidos (SUA), institución en ciernes que recibió hace poco la acreditación nacional provisoria y que actualmente está en proceso de lograr la acreditación completa, en el plazo previsto para tal efecto. El artículo, de manera ofensiva, describe la universidad como un monumento a la vanidad de Daisaku Ikeda y arroja una sombra de duda sobre su legitimidad como institución educativa. Sin embargo, los autores del artículo conceden que la universidad posee un campus “espléndido”, una biblioteca y una galería de arte de primer nivel, abiertas al público, y un renombrado grupo de docentes seculares. Ambos periodistas comentan, sin razones fundadas, que un gran porcentaje de “inscriptos” son miembros de la Soka Gakkai, pero no mencionan que esos estudiantes provienen de una gran diversidad de naciones y pertenecen a los más variados orígenes étnicos (hay treinta y dos naciones representadas en el estudiantado), y que la SUA posee uno de los niveles de permanencia de estudiantes de primer año más altos del país, ya que alcanzó más del noventa y seis por ciento en cada uno de sus primeros tres años. Pero ellos critican el hecho de que la universidad solo cuenta con unos pocos cientos de alumnos en la actualidad y no dan a conocer que la SUA está creciendo lentamente de acuerdo con un plan previsto, para ser capaz de responder a las necesidades del cuerpo estudiantil a medida que estas vayan surgiendo. De hecho, la SUA anunció desde sus comienzos que solo admitiría cien alumnos por año, hasta que la institución alcanzara su capacidad para mil doscientos, según lo planificado.

En conjunto, esta cobertura periodística parcial crea una imagen distorsionada de la SUA. Pero el efecto dañino de todas esas falsas aseveraciones empalidece ante la acusación de que la SUA no cumplió con su “promesa” de mantener un estatus no sectario. A nuestro entender, una institución educativa sectaria es la que ofrece o prescribe educación religiosa, y toma decisiones sobre la base de doctrinas religiosas. La SUA no es una institución de esa naturaleza. Si bien fue fundada por el líder de una religión y financiada por una organización religiosa, no ofrece instrucción religiosa. Ninguna de sus resoluciones académicas o las relativas al manejo cotidiano de la institución se basa en un credo o se ve influida por alguna doctrina religiosa en particular. La universidad tampoco selecciona a sus alumnos o docentes sobre la base de la filiación religiosa que estos poseen; simplemente, no actúa como parroquia de ninguna manera. Insinuar, como lo hace al artículo, que está controlada “desde arriba” por clérigos o por dogmas no solo es erróneo, sino también injusto. Aquí, es necesario enfatizar que la SUA es una institución independiente. El hecho de que transmitamos los agravios de que es objeto no debe constituir una razón para confundir los límites que existen entre la SUA, la SGI-USA y la Soka Gakkai.

Cuando al artículo se refiere al descontento de los docentes de la SUA, vuelve a incurrir en una falsedad y en una injusticia. Como se lo hemos mencionado a ustedes en varias ocasiones, el nivel de permanencia de educadores de tiempo completo en la SUA es alrededor del ochenta y uno por ciento. En comparación con otras universidades, en especial, con instituciones noveles, ese porcentaje es extraordinariamente elevado. Además, solo ha debido enfrentar un juicio, y este –el caso Southwell, citado en el artículo– se dirimió mediante acuerdo entre las partes. Es harto elocuente que la descripción que los autores del artículo hacen de ese caso cite las declaraciones más incendiarias del reclamo que el abogado de la señora Southwell preparó y presentó en la corte. Pero no ofrece ninguna extraída del alegato en respuesta que presentó la SUA, aunque esos documentos están igualmente disponibles para ser examinados.

El artículo contiene muchos otros errores. La afirmación de que la Soka Gakkai y la SGI imponen la donación de dinero a sus miembros es falsa. No existe tal requerimiento. Todas las contribuciones son voluntarias. La frase “Ikeda amedrentó a la industria japonesa del seguro en la década de 1960”, cuando solicitó contribuciones para el proyecto de construcción de un templo, porque los “miembros canjea[ro]n pólizas de seguros de vida para ayudar” es completamente infundada. Tal como lo afirma James White en su libro, que es justamente la fuente de los autores de la nota, ocho millones de miembros participaron de la recolección de fondos, y la contribución promedio fue de aproximadamente $12,50, a la tasa de cambio de entonces.

Cuando se sostiene en el artículo que Lisa Jones es la “verdadera autora de un libro de Ikeda”, se incurre en una nueva falsedad. Jones integró una vez el grupo editor de las publicaciones de la SGI-USA, pero no escribió ninguno de los libros del presidente Ikeda. Ni fue tampoco su “auxiliar”, como lo sostiene el artículo. Como bien saben los autores de la nota, la señora Jones maneja un sitio web cuyo único propósito es denigrar a la Soka Gakkai y a sus organizaciones afiliadas. El obvio y virulento prejuicio esgrimido contra dichas entidades debería haber inducido a quienes escribieron el artículo a cuestionar la credibilidad de esa persona y a investigar sus declaraciones más en profundidad antes de publicarlas.

Otra falsedad se encuentra en la parte de la nota que sostiene que la Soka Gakkai “se las ingenió para eludir” una ley impositiva japonesa que prohíbe a las organizaciones religiosas sin fines de lucro “involucrarse en política”. El señor Fulford es un experto periodista de negocios que reside en Tokio. Él sabía muy bien o lo suficiente para darse cuenta de que esa ley no contiene semejante restricción. Sobre una teoría elaborada a partir del componente de “libertad de palabra” [libertad de expresión] de la Primera Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos, el gobierno japonés permite a las organizaciones religiosas tener voz en la política y no las restringe en absoluto de hacerlo. Al no poseer las leyes impositivas esa clase de restricción, afirmar que la Soka Gakkai “se las ingenió para eludir” las normas legales carece totalmente de fundamento. Igualmente falsa, o al menos muy distorsionada, es la idea de que “la organización que está detrás de la SUA” goza de exención impositiva en los Estados Unidos. La “organización que está detrás de la SUA”, vale decir, la que es responsable de su fundación y la que le ha efectuado las mayores donaciones, es la Soka Gakkai, una corporación japonesa que presenta sus declaraciones impositivas y paga impuestos en Japón, como lo estipulan las leyes de ese país. La Soka Gakkai no está sujeta a obligaciones tributarias en los Estados Unidos. La implicación de que esta evade impuestos de manera subrepticia, ilegal o errónea es falsa.

Si tuviéramos que destacar cada uno de los señalamientos inexactos y afirmaciones engañosas que figuran en el artículo, llenaríamos muchas más páginas. Pero no es nuestro propósito llevar a cabo una disección al detalle. En rigor, queremos presentar una protesta por el tratamiento injusto que se ha recibido por parte de Forbes. Sepan ustedes que los métodos utilizados para preparar el artículo en cuestión solo alimentarán la desconfianza hacia los reporteros de Forbes y lograrán que la actitud del público hacia la prensa en general sea mucho menos abierta. Tal es el resultado lamentable de lo que podría haber sido un trabajo periodístico informativo y esclarecedor.

“Sensei’s World” es un artículo inexacto, que injuria con calumnias. Por las razones expuestas más arriba, creemos que fue elaborado de manera irresponsable. Para dar el primer paso hacia una rectificación, Forbes debería publicar esta carta en su totalidad en su próximo número. Como mínimo, instamos a Forbes a demostrar un atisbo de responsabilidad periodística, publicando la carta del presidente de la Soka Gakkai, señor Einosuke Akiya, que se adjunta a esta.

Muy atentamente,
Barry B. Langberg
Deborah Drooz
BBL/DD/br

[Nota: Carta de protesta enviada por el abogado de la Soka Gakkai y de la SGI de los Estados Unidos a la revista Forbes, fechada el 27 de agosto de 2004, en respuesta a “Sensei’s World”, artículo publicado en la edición del 6 de septiembre de 2004 de dicha revista.]


COMIENZO